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Llegamos al final. Sin embargo, en los juegos de rol, el final no es más que un nuevo principio, y aquí estamos en la Revelación, o como la llamamos en esta PRAXIS:  LA GLORIA.  

Este es el gran momento. Es cuando la suma de las traiciones, esfuerzos y planes se viene abajo y los jugadores quedan ante una revelación que lo dice todo, y sin embargo, abre la puerta para más. No es sencillo. La mayoría de los productos no logran superar jamás su climax, y al cruzarlo comienzan a descomponerse. No es el caso con el juego de rol, pues de hecho, es el momento es que al resolver el conflicto que se aqueja se plantea la siguiente trama como parte de un movimiento orgánico y no un “final abierto” de pésimo gusto.  

Así que es la hora de la verdad. Tienen 24 horas para hacer en un Máximo de 600 palabras (1 Cuartilla), LA GLORIA digna para terminar lo que empezó El TESORO de Miguel Ángel, EL VIAJE de Raymundo Muñoz y EL VILLANO de María Consuelo  Gómez Marín. Esta praxis comienza el JUEVES a las 3:00 am. Y el proceso de subida termina el VIERNES a las 3:00 am, momento en que se abre la votación por 24 horas, terminando el SÁBADO a las 3:00 am.

Esta vez no será posible subir las PRAXIS a destiempo, pues no hay garantía de que los demás puedan leerlas. Entiendo que es poco espacio para terminar y comenzar, pero por eso es un reto.

La mejor de las suertes.


En el principio, eran dos guanteletes.  Y dos guanteletes estaban para equilibrar la vida.

Pero su creador quedó corto en su visión, y no se dio cuenta que no podía controlarlos, sino que ellos tomarían el control. 

Así fue como usaron a otros seres, y viajaron sin rumbo.  Dejando atrás vida y a todo aquél que intentó ser su dueño.  

Hasta que fueron separados.  

Un simple Jack se convirtió en Emperador, y se dio un nuevo nombre y se regaló un nuevo

mundo… un mundo creado por uno de los guanteletes, que busca reunirse con el otro.  

“D’Angostino, D’Angostino… lo has hecho bien, muchacho.

Has cumplido tu papel y quedarás en los anales de la Historia.

¿Quién sabe?

Quizás hasta puedas recuperar a tu hija”  

Desde un rincón oscuro, unos ojos brillantes acompañaban una voz sin tiempo, una voz que en la que se juntaban todas las edades y géneros, que calaba en los oídos como como algo metálico y rechinante, imposible de ignorar, pero al mismo tiempo repelente.  

Un par de pasos y la figura de ojos brillantes salió de las sombras, revelando un cuerpo menudo y pálido: una frágil niña de unos días años, cuyo cuerpo no correspondía en nada con esa voz y esos ojos, y que hubiera sido hermosa si se hubiera visto más viva.  

Con el mismo brillo malévolo que hubiera paralizado a cualquiera, dirigió otra mirada al

Emperador, que ya parecía inmune a ellas, o puede que supiera leer más sus matices o estuvieramás en sintonía con la niña.  

“D’Angostino, mi mundo toma forma, pronto podré recuperar la posición que me corresponde.  Haz que mis hermanas evolucionen, y termina de crear mi cuerpo, para regirlo todo. No me agrada más que a ti tener que usar este envase de carne.  Me ha llevado mucha energía mantenerlo andado y que no se descomponga, o evitar esos molestos hábitos de decaimiento desus unidades más básicas.  No me sirve un cuerpo viejo, ni tampoco un cuerpo muerto.  Pero me agota y me da asco mantenerla para siempre.

Libérame D’Angostino, y podrás recuperarla a ella y a ti también.

Dijiste que era lo más importante en el mundo, ¿no?  ¿Para qué te preocupas de los otros orgánicos?”  

Al frío de sus ojos, se agregaba una cuota de desprecio y repugnancia cada vez que miraba al Emperador o a sus propias manos.

Y acariciaba con evidente deleite cada engranaje o pieza metálica que tocaba mientras daba vueltas en la habitación, agregando un ruido como de motor a sus palabras, que se unía a la voz metálica y desplazaba a los chirridos, casi como una nota de calma de o estar cómoda, mientras sus dedos se deslizaban de una a otra.  

D’Angostino lo había perdido todo hace 50 años, incluida su cordura y su familia.  Ya ni siquiera lo consideraban un hombre, se alejaban de él con temor.  Sin embargo, aceptó a sabiendas de ello el trato, y se convirtió en una marioneta, por amor a su pequeña Ana.  Esa niña inocente que no sabía de la maldad del mundo y para quien él lo era todo, y que era su verdadera razón de vivir.

No, ella no merecía ese destino.  Menos que fuera a causa suya, por no haberla podido proteger cuando hicieron es terrible descubrimiento que había sido la causa de su “buena suerte” y su ascenso.  Ella lo era todo, y estaba dispuesto a sacrificar el planeta entero por ella, si era necesario.  No la dejaría sola, no de nuevo, nunca más.

Todavía resonaban en él las últimas palabras que escuchó con su voz cálida de niña, cuando la entregó a los médicos del sanatorio, antes que se convirtiera en esto: “¡papá, tengo miedo!, no me dejes sola, acá está muy oscuro”.

Le decían que era lo mejor para ella, y él les hizo caso, en vez de hacer lo que debía, en vez de escucharse a sí mismo, porque sabía que había algo mal.  

La voz sin edad aseguraba que Ana seguía ahí dentro.

Nunca le decía cómo estaba.

No tenía certeza de si se encontraba dormida, o la estaba torturando. 

Solamente sabía que la tenía que rescatar, volver a estrecharla entre sus brazos, apoyar su  cabecita sobre su pecho, llenarla de besos mientras la hacía dormir de nuevo. 

No sabía si podría empezar una nueva vida con ella, o simplemente verla dormir… para que por fin pudiera descansar.  

Se lo debía a Ana.

Solamente importaba su paz.

Aún a costa de la suya.

 

Se lo debía a Ana.

Salvar su vida.

Aún a costa de todos los demás.

 

Ana era el alma más pura que jamás hubiera conocido y él era el único que podía cambiar su destino. 

Dejarla como el “traje de carne” de ese… ese… ser… era peor que la muerte.  No se lo desearía ni a su peor enemigo.  Y oh, sí, algún día le haría pagar, aunque no bastara para acercarse al dolor que infligía a su hija, pero se lo haría pagar y maldeciría su destino, de eso podía estar seguro.


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Cuarta praxis, para el escenario de Ana
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