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El Villano de la Vanguardia. 

El tiempo y la vida en contra. La gran cantidad de ideas buscando salir, y la obligación de construir sobre ideas ajenas que generan más ideas a su vez. Los retos pueden parecer sencillos, pero no lo son, y es el objetivo de estas prácticas hacerlos aún más complicados para emular en parte el reto de ser un master. Así que no esperen tregua, pues Masters son, y como Masters los trataremos.


Ya sabemos que se busca, y sabemos también el camino tortuoso que se debe cruzar para encontrarlo, pero ahora viene la parte más complicada, porque suele ser donde caemos en el cliché. La OPOSICIÓN es la razón por la que nadie más puede alcanzar el tesoro excepto aquellos que activamente protagonizarán esta historia. Llamado en estas PRAXIS como el VILLANO, se refiere a todas las fuentes que activamente tratan de reclamar el tesoro sin lograrlo, y sin embargo oponen otro gigantesco reto entre los protagonistas y el tesoro que buscan.  

Tienen 48 horas para producir MÁXIMO 1200 palabras (2 cuartillas) donde describan en formato libre El Viaje (conflicto) que existe para obtener el Tesoro de Willy Vargas Leroy, contenido en el Viaje de “Conoce primero lo que quieres anhelar” de Andrés Bustamante Chávez.  

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Silencio. Viento sin forma. Roce de hojas necrosadas en las rocas del pantano. Ondulación

de los juncos. Espesas olas voladores. Suspiros milenarios capturados en la niebla. Las sombras nacen, bailan y mueren en instantes. Un camino, un límite, un castigo que rompe en la orilla. Destellos parpadeantes de quelíceros.

 

La cosa en el cielo se ha materializado por enésima vez en el cráter olvidado de la pradera.

Las flores hematófagas se regocijan, pues es señal de que pronto comerán. Parece que el icor de los fracasos en la búsqueda del tesoro celestial y que chorrea a veces de la imposible torre, se ha convertido en su adicción y sus capullos se multiplican por todo la maldita cavidad, retorciéndose y enredándose, creciendo y esperando. Al parecer ahora no será diferente, pues los pétalos calcáreos detectan un familiar aroma, tenue pero constante que se acerca. Y esa es toda la señal que necesitan. De manera instintiva los capullos ponzoñosos se retraen y las flores señuelos se abren dejando escapar olores de burguesía, de fina magia enamoradiza y de atracción sin frenos. Es fácil que caigan en la trampa. Todos caen, siempre caen. Altos, bajos, gordos, flacos, todos lloran. Grandes, pequeños,  pobres y ricos, todos lloran. Todos. Siempre. Y lo que escurre de sus ojos mientras sus bocas se ahogan es lo que termina de aderezar el banquete sutileza de las cloacas vegetales. Hoy es el banquete. Hoy es el día cierran, las espinas se guardan, los dardos que se aproxima. Hilos de viscosa y anaranjada saliva se escurren con

 

El jadeo convertido en vapor condensado por el frío se hace más intenso. El corpulento amo de las bestias se impulsa con sus fuertes brazos al siguiente reliz del resbaloso muro de obsidiana. Al levantar su vista observa el lento pero constante avance de la ladrona ciega. Como si fuera un artrópodo primitivo, la que alguna vez hurtó la corona del reino toca con delicadeza hasta donde alcanzan sus largos y delgados brazos, para aferrarse con la punta de los dedos al siguiente paso diagonal que la coloca cada vez más cerca de la cima. Vas a ganar piensa ella. Vas a ser la mejor, siempre lo has sido. Solo aguanta y ríe por dentro. Más debajo de ellos y también con las fuerzas abandonándole, un humanoide con escamas y garras afiladas tirita más de frío que de miedo. Un poco más piensa. Sólo un poco más, ya huelo el agua estancada, ya percibo el ruido de las hierbas, ya falta poco para calmar mi sed. Que ironía, se conmueve; ellos me ayudaron y no podré devolverles el favor. Eso es mío, solo mío por derecho!

 

Y los esfuerzos siguen de los últimos tres, de los seleccionados por las azarosas manos del

destino. Están ahí, riéndose pero queriendo llorar. No hay nadie más porque todos quedaron en el camino. Allá lejos, secos, en el desierto de los mil soles. Allá absorbidos por la oscuridad en las grutas custodiados por un dragón que duerme cansado de tanto comer. Como una trinidad divina, ellos sobrevivieron a todo eso. En éste punto del viaje, hasta han sobrevivido a ellos mismos vociferantes. Ahí en la base del muro, diluidos por su mismo orgullo y sus restos.

 

El cielo se despeja. Los tres voltean hacia arriba y la sola visión del monolito flotante los

alimenta de hambre, hambre de venganza, hambre de poder, hambre de conocimiento. El orden no importa. El deseo lo es todo. Y lo están logrando, a costa del desagarre de sus manos y de sus ropajes. Lo que una vez fueron ya lo han dejado de ser. Y de pronto, el risco se acaba. Al levantarse del borde sólo ven que el viaje apenas empieza. Algo los llama. Un aroma delicioso les dice ¡ven!.

 

Y la trayectoria comienza hacia la base de la torre. Las hierbas cierran los escasos claros

para avanzar hacia la parte central. Espada, daga, hacha; todo sirve para cortar y la savia de las plantas lava poco a poco las manchas carmesí en esas herramientas. Las luciérnagas flotan mientras se encienden y apagan armoniosamente frente a los viajeros. Es como si los recibieran contentas. Por un momento, ellos al unísono piensan pero sin decirlo que quizás deberían de retirarse, de parar la travesía y vivir lo que queda de sus vidas. Pero no, el misterio del último escalón es demasiado seductor para aflojar el paso. Y sus espaldas se enderezan y siguen adelante.

 

Embelesados por la belleza de las flores que rodean a la torre, el singular grupo esboza

una sonrisa mientras dejan que el aroma de nostalgia y épocas pasadas los traslade a falsas

realidades. La puerta de madera reforzada con acero de la torre está abierta, oxidada y rechinante con la brisa del pantano. Rechina con eco. Rechina en su ir y venir. Y ahí, al frente de la puerta, un sonido de grandes cuerdas arrastrándose los despierta demasiado tarde de su trance. Brotando de  los tallos leñosos, múltiples bocas dentadas supurantes de lodo se abalanzan sobre ellos. Es el momento que estaban esperando, su iniciativa será puesta a prueba.

 

Los correosos tallos hacen trayectorias como lanzas directo a las gargantas de los viajeros.

El sonido del metal defendiéndose canta mientras uno tras otro los ataques son repelidos. Hace falta más que un sencillo vegetal para acabar con éste grupo bautizado en el fuego. Las tenaces cuerdas no ceden, se retraen pero sin pausa continúan el ataque por todos los flancos. El único escape es la puerta. Los tres se ven a los ojos y formando un semicírculo dándose la espalda, logran entrar a la torre, empujando la pesada puerta, luchando contra la fuerza de los asquerosos tentáculos verdes que abren sus bocas apicales tratando de morderlos. Entre más el riesgo más la ganancia, por lo que al unísono sueltan la barrera y corren hacia las escaleras. No hace falta tener ojos, no importa que el volumen sea grande y menos que el frío te llegue hasta los huesos. Alguien debe sobrevivir y seré yo, piensan de nuevo al mismo tiempo mientras corren, saltan y trepan por los peldaños, seguidos de infinitas bocas encarnadas. El tiempo corre más lento cuando los cuerpos flaquean, pero la casta sale a relucir cuando los escalones empiezan a terminar. Al fondo del recinto superior del castillo de piedra, entre gruesas columnas, un recipiente de cristal grita el nombre de cada uno de ellos.

 

Un descuido milimétrico, un retraso insignificante, un parpadeo. Una boca alcanza una

corpulenta pierna. Otra boca muerde una cuenca vacía. Otra más perfora una gruesa piel. Tan cerca pero tan lejos. No puedo fracasar, murmuran cada uno como mente colectiva. Y de sus ojos empiezan a emanar ríos, que los bañan y que incitan a las bocas a morderlos aún más. Los tallos malditos se congregan, se unen en una espiral de sueños fracasados. Y los viajeros, al sentir que se fusionan en una complejidad más grande que ellos, su última visión del mundo que conocen es un recipiente frágil, con grietas y transparente, donde una pequeña llave de color negro obsidiana brilla con los primeros rayos de la aurora. Hacer castillos en el aire es una cosa, dominarlos es otra.

 

Todos lloran, siempre.

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